Prehistoria
A causa de que los
indios de la antigüedad remota no dejaron documentos escritos de
sus actividades sociales, culturales y políticas, los historiadores
deben basarse en los descubrimientos arqueológicos para conocer
las primitivas civilizaciones que hubo en el subcontinente. Las
evidencias indican que, posiblemente durante el periodo neolítico
de la edad de piedra, los habitantes del subcontinente fueron dispersados
y asimilados en parte por las tribus invasoras drávidas, que probablemente
vinieron del oeste. Sobre la base de descubrimientos arqueológicos
en el valle del Indo, la civilización que luego desarrollaron los
drávidas se podía equiparar y quizá sobrepasara en esplendor a las
civilizaciones de la antigua Mesopotamia y Egipto.
Hacia mediados del
tercer milenio a.C., la India drávida sufrió la primera de una serie
de invasiones continuadas de tribus del grupo lingüístico indoeuropeo.
Estas tribus, de origen incierto pero a las que por lo general se
conoce como indoarias, entraron en el subcontinente a través de
puertos de las montañas a lo largo de la frontera noroccidental
y fueron ocupando la mayor parte del territorio norte de la cordillera
Vindhya y el oeste del río Yamuna. Muchos drávidas huyeron al norte
y al interior de la península india, regiones dónde el grupo lingüístico
drávida aún es grande. El resto del pueblo drávida y, según determinados
expertos, gran parte de su cultura fue absorbida por los indoarios.
Periodo védico
La oscuridad rodea
la historia política de la India durante muchos siglos después de
la conquista de los drávidas, pero los Veda, una colección de escritos
sagrados que datan del año 1200 a.C., contienen bastante información
sobre las costumbres sociales, las creencias religiosas y los logros
culturales. Tal como aparece representada en algunos himnos védicos,
la civilización que emergió durante los primeros siglos después
de entremezclarse las culturas indoaria y drávida en el subcontinente
fue notable en varios aspectos. Los órganos de política tribal funcionaban
de acuerdo con los principios democráticos, la condición social
de las mujeres era comparable a la de los hombres y el matrimonio
se consideraba sagrado. Los indoarios lograron grandes avances en
distintas artes y ciencias, entre las que se contaba la ganadería,
la artesanía del metal, la carpintería, la construcción de barcos
y las ciencias militares.
Los himnos védicos
compuestos durante este y posteriores periodos también han representado
la emergencia y cristalización de las características clave del
sistema sociorreligioso conocido como hinduismo. Casi todo lo que
se conoce con seguridad de la situación política es que en el curso
del I milenio a.C., en la región limitada por el Himalaya, los tramos
del sur del Ganges, la cordillera Vindhya y el valle del Indo se
establecieron 16 estados autónomos. De estos estados, formados tanto
por repúblicas como por reinos, el más importante fue Kosala, reino
situado en la región que en la actualidad ocupa Oudh. Otros reinos
importantes fueron Avanti, Vamsas y Magadha. Este último reino ocupaba
el territorio de la moderna Bihar; a mediados del siglo VI a.C.
se convirtió en el reino dominante en la India. Durante el reinado
de su primer gran rey Bimbisara (543 hasta 491 a.C.), Buda
y Vardhamana Jnatiputra o Nataputta Mahavira, fundadores del budismo
y jainismo respectivamente, predicaron y enseñaron en Magadha.
En el año 326 a.C.
Alejandro III el Magno dirigió una expedición a través de la cadena
montañosa del Hindu Kus hasta el norte de la India. Consiguió algunas
victorias durante su marcha hacia la India, cuyo punto culminante
fue la batalla de Hydaspes que finalizó con la derrota del rey Poros
cerca del río Hydaspes (ahora Jhelum). Sin embargo, Alejandro no
permaneció durante mucho tiempo en la India y los efectos políticos
y culturales de la invasión fueron insignificantes, excepto por
la oportunidad que brindaron al rey Mauryan Chandragupta de expandir
su imperio hacia el oeste aprovechando el vacío político.
La dinastía Maurya,
En el año 321 a.C.,
Chandragupta, llamado Sandrocottos por los griegos, tomó el control
de Magadha. Durante la siguiente década, Chandragupta, fundador
de la dinastía Maurya de reyes indios, extendió su soberanía sobre
la mayor parte del subcontinente. Fue ayudado por Kautilya (o Chanakya),
un ministro brahmán que puede haber sido quien más contribuyera
en la redacción del Arthashastra, un libro de texto sobre
política similar al Príncipe del historiador italiano Nicolás
Maquiavelo. El poder militar del imperio indio hizo que Seleucus
I, uno de los generales de Alejandro y el fundador del imperio Seléucida,
formara una alianza con el gobernante Maurya. Una vez que el tratado
concluyó en el 305 a.C., se consolidó por el acuerdo matrimonial
entre Chandragupta y una hija del gobernante selyúcida.
Como resultado de
estas relaciones tan estrechas entre los dos imperios, la influencia
cultural griega estaba muy extendida por todo el norte de la India.
La dinastía Maurya se mantuvo hasta casi el 185 a.C. Durante
el reinado (c. 273-232 a.C.) de Asoka, el mayor soberano
Maurya, el budismo se convirtió en la religión dominante del imperio.
En estos momentos la India era ya un gran centro de saber que contaba
con universidades como las existentes en Nalanda y Takshasila que
atraían a sabios de China y el Sureste asiático. De las dinastías
que aparecieron en el periodo que siguió a la caída de los Mauryas,
los Sunga son los que más tiempo permanecieron en el poder, más
de un siglo. El principal acontecimiento de este periodo (184-72 a.C.)
fue la persecución y declive del budismo en la India y el triunfo
de brahmanismo. Como consecuencia de la victoria de los brahmanes
hindúes (sacerdotes), el sistema de castas fue arraigando con fuerza
en la estructura social india, creando grandes obstáculos para la
unificación nacional.
Una extensa sección
de la India occidental fue ocupada hacia el 100 a.C. por los
invasores shakas (escitas), que entonces se replegaban ante los
yueh-chi de Asia central. Empujando hacia el sur, los yueh-chi posteriormente
se asentaron en el noroeste de la India, donde Kadphises, uno de
sus reyes, fundó la dinastía Kusana hacia el 40 d.C. En poco
tiempo una gran parte del norte de la India cayó bajo el poder de
los reyes kusana. Uno de los primitivos monarcas kusana estableció
relaciones diplomáticas y comerciales con el Imperio romano. El
budismo floreció bajo los kusanas y en especial bajo el mandato
del emperador Kanishka, gran protector del saber y las artes. Las
matemáticas y las ciencias florecieron, y de esta época son también
los textos médicos de Charaka.
Los gobernantes
de la dinastía indígena Andhra, que llegaron a controlar los antiguos
dominios sunga hacia el año 27 a.C. y los mantuvieron durante
unos 460 años, realizaron variados intentos de expulsar a los sakas.
Todos estos intentos fracasaron y alrededor del 236 d.C. los
sakas obtuvieron la soberanía completa sobre la India occidental.
Una década antes, poco antes de la caída de la dinastía Andhra,
el reino kusana también se desintegró. El siglo siguiente fue un
periodo de confusión política a través de la mayor parte de la India.
Imperio Gupta
En el 320 un rajá
de Magadha llamado Chandragupta I, conquistó los territorios vecinos
y fundó un nuevo régimen imperial y la dinastía Gupta. Su nieto
Chandragupta II (que reinó desde c. 375 hasta 413) expandió su reino,
subyugando todo el subcontinente al norte del río Narmada. Bajo
la dinastía Gupta, que duró 160 años, la cultura india alcanzó nuevas
alturas. El periodo fue de paz duradera, crecimiento económico continuo
y éxitos intelectuales, en particular en el arte, música y literatura.
El hinduismo, que llevaba mucho tiempo en declive, experimentó un
fuerte renacimiento al asimilar algunas características del budismo.
Invasiones musulmanas y mongolas
Concluido el prolongado
periodo de luchas internas, un nuevo poder, sólidamente unido bajo
el islam, apareció en Asia occidental. Este nuevo poder era Khurasan,
antes una provincia Samanida que Mahmud de Ghazni (que reinó desde
999 hasta 1030) había transformado en un reino independiente. Hábil
guerrero cuya soberanía sobre Khurasan había sido reconocida por
el califa de Bagdad, Mahmud, lanzó en el 1000 la primera de las
17 expediciones consecutivas a través de la frontera afgana hacia
la India. Estas incursiones estuvieron marcadas por victorias sobre
los indios desunidos. Hacía el 1025 Mahmud había saqueado numerosas
ciudades de la India occidental, entre las que se contaba el riquísimo
puerto de Somnath y había anexionado la región de Punjab a su imperio.
El más afortunado
de los gobernantes musulmanes después de Mahmud fue Muhammad de
Gur, cuyo reinado comenzó en 1173. Considerado por la mayor parte
de los historiadores como el fundador real del poder musulmán en
la India, inició sus campañas de conquista en 1175. En el curso
de las tres décadas siguientes, sojuzgó toda la llanura Indo-Gangeática
al oeste de Benarés (ahora Varanasi). A la muerte de Muhammad de
Gur, Qutb-ud-Din Aybak, su virrey en Delhi y un antiguo esclavo,
se proclamó sultán. La denominada dinastía de los Esclavos, fundada
por Qutb-ud-Din, su único gobernante destacado, duró hasta 1288.
Otro hábil musulmán,
Ala-ud-Din (que reinó de 1296 a 1316), fue el segundo gobernante
de la dinastía siguiente, la Khalji. Consolidó el reino de la India
al conquistar el Decán. No obstante, antes de que finalizase su
reinado, los mongoles comenzaron a infiltrarse por las fronteras
del norte de sus dominios. Muhammad Tugluq, el último sultán importante
de Delhi, enajenó tanto a los musulmanes como a los hindúes por
su crueldad y fanatismo religioso. El imperio estaba dividido por
levantamientos revolucionarios y algunas provincias, entre las que
destaca Bengala, se separaron. Los tumultos se incrementaron tras
la muerte de Tugluq. En 1398, cuando el conquistador mongol Tamerlán
guió sus ejércitos hasta la India, se encontró con muy poca resistencia
organizada. Tamerlán completó su invasión victoriosa al saquear
y destruir Delhi y masacrar a sus habitantes. Se retiró de la India
poco después del saqueo de Delhi, dejando los restos del imperio
a Mahmud (que reinó de 1399 hasta 1413), el último de los Tugluqs.
En 1414 el primero de los sayyids sucedió a Mahmud; esta era una
dinastía que después fue expulsada del poder por Bahlol (que reinó
desde 1451 hasta 1489), fundador de la línea Lodi de reyes. La dinastía
Lodi, por lo general débil e ineficaz, terminó en 1526. En ese año
Babur, un descendiente de Tamerlán y el fundador de la gran dinastía
mogol, llevó a cabo una serie de incursiones en la India que finalizaron
con la derrota del ejército de Lodi. Babur ocupó Agra, la capital
Lodi, y se proclamó a sí mismo emperador de los dominios musulmanes.
Después de cuatro años de su victoria inicial, Babur controlaba
una gran parte del continente de la India.
El Imperio mogol
El Imperio mogol
alcanzó su auge cultural bajo Sah Yahan, nieto de Akbar. El reinado
de Sah Yahan (1628-1658) coincidió con la edad dorada de la arquitectura
sarracénica india, cuyo mejor ejemplo es el Taj Mahal.
En 1658 fue expulsado
del trono por su hijo, Aurangzeb, quien tomó el titulo de Alamgir
(conquistador del mundo). Traicionero y agresivo, Aurangzeb asesinó
a sus tres hermanos y prosiguió una serie de guerras contra los
reinos autónomos de la India, socavando la moral y la fuerza material
del imperio. Durante sus campañas en el Decán, los Marathas, un
pueblo escita-drávida, infligieron numerosas derrotas a los ejércitos
imperiales. La estabilidad del régimen de Aurangzeb se vio socavada
como resultado del antagonismo popular al fanatismo religioso que
favorecía. Durante su reinado, que terminó en 1707 con su muerte
en el exilio, la fe sij obtuvo un importante medio para entrar en
la India.
En el medio siglo
que siguió a la muerte de Aurangzeb, el Imperio mogol dejó de existir
como un estado efectivo. El caos político del periodo se vio marcado
por el rápido declive de la autoridad centralizada. Aventureros
musulmanes e hindúes crearon numerosos reinos y principados pequeños
y los gobernadores de las provincias imperiales formaron grandes
estados independientes. Entre los primeros grandes estados que surgieron
estuvo Hyderabad, establecido en 1712. El ruinoso régimen mogol
sufrió un golpe definitivo en 1739 cuando el rey persa Nadir Shah
dirigió un ejército hacia la India y saqueó Delhi. Entre el botín
que buscaban los invasores, la sexta fuerza musulmana que saqueó
la India, estaba el gigantesco diamante Koh-i-noor y el fabuloso
Trono del Pavo Real, hecho de oro puro y con incrustaciones de piedras
preciosas. El rey persa fue pronto expulsado de la India, pero en
1756 Delhi fue capturada de nuevo, esta vez por Ahmad Sah, emir
de Afganistán, quien ya se había apoderado antes del Punjab. En
1760 los mahrattas y los sijs unieron sus fuerzas contra los ejércitos
de Ahmad Shah. La batalla que siguió, librada en Panipat el 7 de
enero de 1761, dio como resultado una victoria completa para los
invasores. En 1764, tras la retirada de la India de los invasores,
el emperador mogol obtuvo de nuevo su trono. Sin embargo, su autoridad,
al igual que la de sus sucesores, era puramente nominal. Con la
derrota de los mahrattas y los sijs, la posibilidad de la reunificación
de la India en un estado único y fuerte se había desvanecido y el
país, que había sido durante mucho tiempo escenario de una encarnizada
rivalidad colonial entre los poderes marítimos de Europa, fue cayendo
cada vez más bajo el dominio británico.
Religión y Filosofía Hindú
El hinduismo es
una de las religiones más extendidas e importantes del mundo, no
sólo por su número de miembros (estimados en más de 700 millones),
sino también por la profunda influencia que ha ejercido en muchas
otras religiones durante su larga e ininterrumpida historia, que
comenzó más o menos en el 1500 a.C. Es preciso destacar igualmente
la correspondiente influencia que el hinduismo ha recibido de esas
otras religiones (el hinduismo posee una extraordinaria capacidad
para absorber e integrar elementos foráneos). Esto ha contribuido
de forma notable al sincretismo de la religión y a la asimilación
de una gran variedad de creencias y prácticas religiosas. Es más,
las bases geográficas, más que las puramente religiosas (que consisten
en todo lo que el pueblo de la India ha creído y ha hecho), le han
otorgado el carácter de sistema doctrinal y social que se extiende
a todos los aspectos de la vida humana.
Principios fundamentales
Las normas o cánones
del hinduismo se definen en relación con lo que las personas hacen,
más que con lo que piensan. Por consiguiente, dentro de los hindúes
se encuentra una mayor uniformidad de acción que de creencias, a
pesar de que hay muy pocas creencias o prácticas que sean compartidas
por todos. La mayoría de los hindúes cantan el himno del gayatri
al amanecer, pero casi no existe acuerdo sobre qué otras oraciones
debieran cantarse. Muchos hindúes veneran a Siva, Visnú y la diosa
Devi, pero también adoran a cientos de otras deidades menores, propias
de ciertos poblados o incluso particulares sólo de algunas familias.
Hay prácticas que observan casi todos, como son: el reverenciar
al Brahmán (casta) y a las vacas; la prohibición de comer carne
(en especial la de vacuno), y el matrimonio sólo con un miembro
de la misma casta (jati) con la esperanza de tener un hijo
varón heredero. A pesar de que los hindúes creen y practican ciertas
cosas que parecen contradictorias (no sólo con respecto al resto
del mundo sino dentro de su misma religión y de su vivir cotidiano),
cada individuo percibe un modelo a seguir que confiere orden y sentido
a su vida. Dentro del hinduismo no existe una jerarquía doctrinal
ni eclesiástica, pero la complicada estratificación social, inseparable
de la religión, le da a cada persona la sensación de tener una posición
dentro de este enorme grupo humano.
Dentro de su rica
literatura incorpora una cosmología muy compleja. Los hindúes creen
que el Universo es una gran esfera encerrada, un huevo cósmico dentro
del cual hay muchos cielos concéntricos, infiernos, océanos y continentes,
y que la India está en medio de todos ellos. Creen que el tiempo
es a la vez degenerativo desde la época dorada o Krita
Yuga, a través de dos periodos de dioses decadentes, hasta los
tiempos actuales o Kali Yuga y cíclico: al final de
cada Kali Yuga el Universo es destruido por el fuego y las
inundaciones, comenzando así una nueva época dorada. La vida humana
también es cíclica: después de morir, el alma deja el cuerpo y renace
en el cuerpo de otra persona, animal, vegetal o mineral. Este imparable
proceso se llama samsara (véase Transmigración). La
calidad de la reencarnación viene determinada por el mérito o la
falta de méritos que haya acumulado cada persona como resultado
de su actuar o karma, de lo que el alma haya realizado en
su vida o vidas pasadas. Todos los hindúes creen que el karma
funciona así; sin embargo, también piensan que esto se puede contrapesar
con la práctica de expiaciones y de rituales (ejercitándose a través
del castigo o de la recompensa), logrando así aminorar o hacer más
fácil (moksha) todo el proceso del samsara, previa
renuncia de todos los deseos terrenales. |