Por José A. Cañizo
Hay muchísimos trucos de magia con cartas que usan,
de una forma u otra, alguna propiedad matemática, a veces tan
simple que parece mentira que el truco pueda pasar desapercibido.
Uno de los más famosos es el siguiente:
Se comienza por separar
veintiuna cartas de una baraja corriente (española o francesa,
da igual), las que sean, y se barajan. Se le dice a alguien que
escoja una carta al azar de entre las veintiuna, la recuerde y
la devuelva al mazo sin que la vea el mago. Entonces éste le dice
“voy a ir poniendo las cartas boca arriba en tres montones; recuerda,
sin decirme la carta, en qué montón está”. Un vez hecho esto,
el mago pregunta al espectador en qué montón está su carta, las
recoge y repite la misma operación tres veces. Después de esto,
el mago es capaz de decir cuál era la carta elegida.
La forma de hacer el truco
es muy sencilla: las cartas se van poniendo en tres montones alternativamente:
la primera carta inaugura el primer montón, la 2ª el 2º, la 3ª
el 3º, la 4ª va al primer montón, la 5ª al 2º... hasta que se
terminan las veintiuna, que quedan en tres montones de siete cartas.
Cuando el espectador dice en qué montón está su carta, el mago,
sin darle mucha importancia, recoge las cartas tal como están,
poniendo el montón elegido en el medio. Se vuelven a poner
las cartas en montones, y cuando se ha hecho esto tres veces,
la carta que se eligió siempre resulta estar en centro de la baraja,
es decir, en undécimo lugar a partir de cualquier extremo. Así
el mago puede encontrarla fácilmente. Cualquiera puede comprobar
que el truco funciona siempre que se haga correctamente.
La pregunta es:
¿Por qué funciona siempre
el truco?
Y otra pregunta, un poco
más general:
¿Podría hacerse el mismo
truco cambiando el número de cartas o el número de montones?
Yo no conozco las respuestas,
pero creo que ninguna de las dos preguntas es fácil. Espero que
os resulten entretenidas.