Medicina
egipcia
En la medicina
egipcia se distinguen dos tendencias, la mágicorreligiosa, que incorpora
elementos muy primitivos, y la empíricorracional, basada en la experiencia
y en la observación, y en la que estaban ausentes los rasgos místicos.
El médico trataba racionalmente enfermedades comunes de los ojos
y de la piel debido a su localización favorable, sin embargo los
procesos menos accesibles se trataban aún con hechizos, encantamientos
del druida y sacerdote. En la III dinastía el médico surgió como
una forma primitiva de científico, distinguiéndose del druida o
del sacerdote. El primer médico cuyo nombre ha sobrevivido fue Imhotep
(vivió hacia 2725 a.C.), célebre además, por su cargo de visir
(oficial de alto grado) del faraón y por ser constructor de pirámides
y astrólogo.
El médico
solía pasar arduos años de formación en las escuelas de los templos
donde aprendía el arte de la interrogación, la inspección, la palpación
(examen del cuerpo por el tacto). Las prescripciones contenían algunos
de los fármacos que se han seguido usando a través de los siglos.
Los laxantes favoritos eran los higos, los dátiles y el aceite de
castor. El ácido tánico, derivado principal de la semilla de la
acacia, se empleó en el tratamiento de las quemaduras.
A pesar de
que los egipcios utilizaron el embalsamamiento, su conocimiento
anatómico fue escaso, y sólo intentaron realizar técnicas de cirugía
menor. Según los escritos del historiador griego Heródoto, los antiguos
egipcios reconocieron la odontología como especialidad quirúrgica
importante. Hay alguna evidencia que sugiere que los estudios egipcios
sobre fisiología y patología, basados en el trabajo del médico Imhotep
y la posterior vivisección de criminales por el anatomista y cirujano
griego Herófilo de Calcedonia, influyeron en el filósofo griego
Tales de Mileto, que viajó a Egipto en el siglo VII a.C.
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