Los orígenes de la antigua civilización
egipcia, que muchos consideran como una de las fuentes de la cultura
occidental, no se pueden establecer con certeza. Los testimonios
arqueológicos sugieren que los primitivos habitantes del valle del
Nilo estuvieron bajo la influencia de las culturas del Próximo Oriente,
pero el grado de esta influencia está por determinar. Tanto la descripción
del desarrollo de la civilización egipcia, como los intentos de
identificar sus fundamentos intelectuales, son en gran parte una
serie de conjeturas basadas en los descubrimientos arqueológicos
de los restos de ruinas, tumbas y monumentos, la mayoría de los
cuales contienen muestras muy valiosas de la cultura antigua. Las
inscripciones en jeroglíficos, por ejemplo, han proporcionado datos
de extrema importancia.
La base para
el estudio del periodo dinástico de la historia egipcia, entre la
primera dinastía y el periodo de los tolomeos, reside en el Aegyptiaca
de Manetón, un sacerdote tolemaico del siglo III a.C., que organizó
una lista de reyes dividida en 30 dinastías. Existe un acuerdo general
sobre las divisiones de la historia egipcia, hasta la conquista
de Alejandro III el Magno, en los imperios antiguo, medio y nuevo
con periodos intermedios, seguidos por los periodos tardío y de
los tolomeos, fijado cronológica y genealógicamente gracias a los
nuevos hallazgos y el uso creciente de sofisticados métodos de datación.
Prehistoria
Hace unos 60.000
años, el río Nilo comenzó las inundaciones anuales de los terrenos
de su cuenca, dejando tras de sí un fértil suelo aluvial. Las áreas
cercanas a la llanura de inundación permitieron garantizar los recursos
alimentarios y el agua. Con el tiempo, los cambios climáticos, que
comprendían periodos de aridez, permitieron afianzar el asentamiento
humano en el valle del Nilo. Desde el periodo calcolítico (edad
del cobre, que comienza hacia el 4000 a.C.), hasta comienzos
del Imperio Antiguo, la población se extendió por una gran área.
En el séptimo
milenio a.C., Egipto contaba con unas condiciones medioambientales
apropiadas para la ocupación humana. Se han encontrado evidencias
de asentamientos desde ese tiempo en las áreas del sur o Alto Egipto;
restos de ocupación similares se han descubierto en los emplazamientos
nubios (actualmente Sudán). Se han encontrado bastantes fragmentos
de cerámica en las tumbas del Alto Egipto desde el cuarto milenio
a.C. (en el periodo predinástico) que permiten establecer una secuencia
de datación relativa. El periodo predinástico, que finaliza con
la unificación de Egipto en un único reino, se subdivide por lo
general en tres fases, cada una de ellas se refiere a los yacimientos
en los cuales se encontraron sus materiales arqueológicos: badariense,
amratiense (Nayada I) y geerziense (Nayada II y III). Los yacimientos
del norte (desde el 5500 a.C.) han proporcionado material para
establecer una datación arqueológica de cierta continuidad pero
no ofrece una cronología larga como las encontradas en el sur.
Periodo predinástico (o arcaico)
Las fuentes
arqueológicas muestran el nacimiento, hacia el final del periodo
geerziense (3200 a.C.), de una fuerza política dominante que
se convirtió en el elemento de consolidación del primer reino unificado
del antiguo Egipto. El jeroglífico más antiguo que se conoce data
de este periodo; pronto los nombres de los soberanos empezaron a
aparecer en los monumentos. Tras la finalización del reinado de
Narmer (3100 a.C.), siguieron la I y II Dinastías (3100-2755 a.C.),
con al menos 17 reyes. Algunas de las grandes estructuras funerarias
(predecesoras de las pirámides) se construyeron en Sakkara y Abidos
durante la existencia de estas dos dinastías.
El Imperio Antiguo
El Imperio Antiguo (2755-2255 a.C.)
comprende desde la III hasta la VI Dinastías. La capital estaba
en el norte, en Menfis, y los monarcas mantuvieron un poder absoluto
sobre un gobierno sólidamente unificado. La religión desempeñó un
papel importante, como queda registrado en la mitología egipcia;
de hecho, el gobierno había evolucionado hacia un sistema teocrático,
en donde el faraón era considerado un dios en la tierra, por lo
que gozaba de un poder absoluto.
La edad de oro
La III Dinastía
fue la primera de las ubicadas en Menfis, y su segundo soberano,
Zoser o Djoser (2737-2717 a.C.), reforzó la unidad nacional
al unir los símbolos del norte y sur en su construcción funeraria
en Sakkara. En general, la III Dinastía marcó el principio de la
edad de oro de una nueva y vigorosa cultura.
La IV Dinastía se inició con el faraón
Snefru, entre cuyos proyectos de edificación se encontraban las
primeras pirámides en Dahshur (al sur de Sakkara). Snefru, el rey
guerrero del cual quedan extensos documentos, realizó campañas en
Nubia, Libia y el Sinaí. El desarrollo del comercio y la minería
trajo la prosperidad al reino. Snefru fue sucedido por su hijo Keops,
que erigió la Gran Pirámide en Gizeh. Aunque se conoce poco de su
reinado, aquel monumento no sólo atestigua su poder sino que también
indica la complejidad que la burocracia había alcanzado. Redjedef,
hijo de Keops (reinó en 2613-2603 a.C.), introdujo una divinidad
asociada al elemento solar (Ra o Re) en el título real y en el panteón
religioso. Kefrén, otro hijo de Keops, sucedió a su hermano en el
trono y construyó su complejo funerario en Gizeh. Otro miembro de
la dinastía fue Mikerinos (reinó en 2578-2553 a.C.); conocido
por haber erigido la más pequeña de las tres grandes pirámides de
Gizeh.
En la IV Dinastía, la civilización
egipcia alcanzó la cumbre de su desarrollo y este alto nivel se
mantuvo durante la V y VI Dinastías. El esplendor manifestado en
las pirámides se extendió a numerosos ámbitos del conocimiento como
arquitectura, escultura, pintura, navegación, artes menores y astronomía;
los astrónomos de Menfis establecieron un calendario de 365 días.
Los médicos del Imperio Antiguo también mostraron un extraordinario
conocimiento de fisiología, cirugía, el sistema circulatorio humano
y el uso de antisépticos.
Comienzo del declive
Aunque la V Dinastía mantuvo la prosperidad
con la ampliación del comercio exterior y las incursiones militares
en Asia, se evidenciaron los signos del declive de la autoridad
real debido al aumento de la burocracia y al incremento del poder
de los administradores que no pertenecían a la realeza. Unas, último
rey de la dinastía (reinó en 2428-2407 a.C.), fue enterrado
en la pirámide de Sakkara, en una cámara funeraria cuyas paredes
tenían inscripciones que se han denominado Textos de la Pirámide.
Estos textos se utilizaron también en las tumbas reales de la VI
dinastía. Varias inscripciones autobiográficas de funcionarios de
la VI dinastía indicaban el poder decreciente de la monarquía y
apuntan incluso una conspiración contra el faraón Pepi I (reinó
en 2395-2360 a.C.) en el que se vio implicada la mujer del
soberano. Se cree que durante los últimos años de Pepi II, que reinó
en 2350-2260 a.C., el poder puede que estuviera en manos de
su visir. La autoridad central en la economía también decreció por
los decretos de exención de impuestos. Los nomos (distritos)
alcanzaron rápidamente un poder propio cuando los nomarcas (gobernadores
de distrito) empezaron a establecerse de forma fija en vez de trasladarse
periódicamente a los diferentes nomos.
Primer Periodo Intermedio
La VII Dinastía
marcó el comienzo del Primer Periodo Intermedio. Como consecuencia
de disensiones internas, las noticias sobre la VII y VIII dinastías
son bastante oscuras. Parece claro, sin embargo, que ambas gobernaron
desde Menfis y duraron sólo 25 años. En este tiempo, los poderosos
nomarcas (gobernadores locales) tenían el control completo de sus
distritos, y las facciones en el sur y el norte rivalizaron por
el poder. Durante las IX y X Dinastías, los nomarcas cercanos a
Heracleópolis controlaron su área y extendieron su poder hacia el
norte hasta Menfis (incluso hasta el delta) y hacia el sur, hasta
Asiut (Licópolis). Los nomarcas rivales de Tebas establecieron la
XI Dinastía, que controlaba el área desde Abidos hasta Elefantina,
cerca de Siene (hoy Asuán). La primera parte de esta dinastía, la
primera del Imperio Medio, se superpuso a la última etapa de la
X Dinastía.
El Imperio Medio
Sin un gobierno
centralizado, la burocracia no era efectiva, ya que se impuso la
atomización del poder. El arte egipcio se hizo más local, y no se
construyó ningún complejo funerario destacado. La religión también
se democratizó cuando las clases inferiores reclamaron privilegios
que previamente estaban reservados sólo a la realeza. Por ejemplo,
podían usar fragmentos extraídos de los Textos de las Pirámides
en las paredes de sus ataúdes o tumbas.
Reunificación
Aunque el Imperio
Medio (2134-1784 a.C.) se data englobando la XI Dinastía, comienza
propiamente con la reunificación del territorio por Mentuhotep II
(reinó en 2061-2010 a.C.). Los primeros soberanos de la dinastía
intentaron extender su control desde Tebas hacia el norte y el sur
a la vez, iniciando un proceso de reunificación que Mentuhotep completó,
después del 2047 a.C. Mentuhotep gobernó durante más de 50
años, y a pesar de rebeliones esporádicas, mantuvo la estabilidad
y el control en todo el reino. Reemplazó algunos nomarcas y limitó
el poder de los nomos, que todavía era considerable. Tebas fue su
capital, y su templo funerario en Dayr al-Bahari incorporó elementos
tradicionales y religiosos; la tumba se separó del templo y no hubo
pirámide.
El reinado
del primer faraón de la XII Dinastía, Amenemes I, fue pacífico.
Estableció una capital cerca de Menfis y, al igual que Mentuhotep,
frenó las pretensiones tebanas y favoreció la unidad nacional. Sin
embargo, al importante dios tebano Amón se le otorgó más importancia
que a otras divinidades. Amenemes exigió la lealtad de los nomarcas,
reorganizó la burocracia y formó un cuerpo de escribas y administradores.
La literatura fue predominantemente propagandística y estaba diseñada
para fortalecer la imagen del faraón como buen pastor
más que como un dios inaccesible. Durante los últimos diez años
de su reinado, Amenemes reinó con su hijo como co-regente. La historia
de Sinuhé, una obra literaria escrita en el Imperio Nuevo, da a
entender que el rey fue asesinado.
Los sucesores
de Amenemes continuaron su programa. Su hijo, Sesostris I (reinó
entre 1962-1928 a.C.) erigió fortalezas por toda Nubia y estableció
relaciones comerciales con el extranjero. Envió gobernadores a Palestina
y Siria, y luchó contra los libios en el oeste. Sesostris II, (reinó
en 1895-1878 a.C.), comenzó el saneamiento de Fayún. Su sucesor,
Sesostris III (reinó entre 1878-1843 a.C.), construyó un canal
en la primera catarata del Nilo, formó un ejército permanente (que
utilizó en su campaña contra los nubios) y edificó nuevas fortalezas
en la frontera meridional. Dividió administrativamente Egipto en
tres unidades geográficas, cada una controlada por un oficial bajo
la supervisión de un visir y no reconoció a ninguno de los nobles
provinciales. Amenemes III continuó la política de sus predecesores
y amplió la reforma sobre la propiedad de la tierra.
Los reyes tebanos
iniciaron un enérgico renacimiento de la cultura. La arquitectura,
el arte y joyería del periodo revelan una extraordinaria delicadeza
de diseño, y la época se considera la edad de oro de la literatura
egipcia.
Segundo Periodo Intermedio
Los soberanos
de la XIII Dinastía, aproximadamente unos 50 en 120 años, fueron
más débiles que sus predecesores, aunque todavía mantuvieron el
control de Nubia y la administración del gobierno central. Sin embargo,
durante la última parte de su reinado, su poder fue puesto a prueba
no sólo por la rival XIV Dinastía, que no obtuvo el control sobre
el delta, sino también por los hicsos, que invadieron Egipto desde
Asia occidental, instalándose en el norte de Egipto. Como el gobierno
central entró en un periodo de declive, su presencia hizo posible
una entrada masiva de población desde la costa fenicia y Palestina,
y el establecimiento de la dinastía hicsa, comenzando el Segundo
Periodo Intermedio, una época de confusión que duró unos 214 años.
Los hicsos de la XV Dinastía reinaron desde su capital, situada
en Avaris, en la parte este del delta, lo que les permitía mantener
el control sobre las zonas media y alta del país. Contemporánea
a la dinastía hicsa, existió una XVI Dinastía, que reinó en la zona
central de Egipto. Un tercer poder coetáneo a los otros dos ejerció
la autoridad de forma más independiente sobre el sur, la XVII Dinastía
tebana, que dominó el territorio entre Elefantina y Abidos. El soberano
tebano Kames (reinó en 1576-1570 a.C.) luchó con éxito contra
los hicsos, pero fue su hermano Amosis I quien los derrotó finalmente,
reunificando de nuevo Egipto.
El Imperio Nuevo
Con la unificación
del territorio egipcio y la fundación de la XVIII Dinastía por Amosis
I, comenzó el Imperio Nuevo (1570-1070 a.C.). Amosis restableció
los límites, los objetivos y la burocracia del Imperio Medio, y
reactivó su programa de aprovechamiento de la tierra. Mantuvo el
equilibrio de poder entre los nomarcas y él mismo con el apoyo del
ejército. La importancia de la mujer en el Imperio Nuevo se ilustró
por los altos títulos y la destacada posición de las esposas y madres
de los faraones.
Los faraones de la XVIII Dinastía
Una vez que
Amenhotep I (reinó en 1551-1524 a.C.) tuvo pleno control sobre
su administración, fue co-regente durante cinco años y comenzó a
extender los límites de Egipto hacia Nubia y Palestina. En una gran
construcción en Karnak, Amenhotep, al igual que sus predecesores,
separó su tumba de su templo funerario e inició la costumbre de
ocultar su última morada. Tutmosis I continuó los avances del Imperio
Nuevo y reforzó la preeminencia del dios Amón; su tumba fue la primera
en construirse en el valle de los Reyes. Tutmosis II, hijo de su
última esposa, le sucedió, casándose con la princesa real Hatshepsut
para consolidar su pretensión al trono, manteniendo los éxitos de
sus predecesores. Cuando murió en el 1504 a.C., su heredero,
Tutmosis III, era todavía un niño, por lo que Hatshepsut gobernó
como regente; un año después coronó faraón a Tutmosis, y desde entonces
madre e hijo gobernaron conjuntamente. Cuando Tutmosis III se convirtió
en el único soberano tras la muerte de Hatshepsut en 1438 a.C.,
reconquistó Siria y Palestina, que se habían separado con anterioridad,
y continuó la expansión territorial del Imperio; sus anales en el
templo de Karnak constituyen la crónica de la mayor parte de sus
campañas. Casi 20 años después de la muerte de Hatshepsut, ordenó
la eliminación de su nombre y sus imágenes de todos los edificios
donde habían sido inscritos. Amenofis II (reinó en 1453-1419 a.C.)
y Tutmosis IV intentaron mantener las conquistas en Asia a pesar
de los intentos de expansión de los reinos de Mitanni y de los hititas,
aunque precisó entablar negociaciones y usar la fuerza.
Amenofis III
gobernó de forma pacífica durante casi cuatro décadas (1386-1349 a.C.)
en las que florecieron el arte y la arquitectura. Mantuvo el equilibrio
de poder entre los estados limítrofes con Egipto mediante la diplomacia
y edificó el gran templo de Amón en Luxor. Su hijo y sucesor, Amenofis
IV, fue un reformador religioso que combatió el poder de los sacerdotes
de Amón. Amenofis IV abandonó Tebas por una nueva capital, Akhetaton
(la moderna Tell el-Amarna), que fue construida en honor de Atón,
el disco solar sobre el que se centró la nueva religión monoteísta.
Sin embargo, la revolución religiosa fue abandonada al final de
su reinado y su yerno, Tut Anj Amón, volvió a instalar la capital
en Tebas. Tut Anj Amón es conocido hoy, sobre todo, por la suntuosidad
de su tumba, encontrada prácticamente intacta en el Valle de los
Reyes por los arqueólogos británicos Howard Carter y George Herbert,
conde de Carnarvon en 1922. La XVII Dinastía terminó con Horemheb
(reinó en 1321-1293 a.C.).
El Periodo Ramesida
El fundador
de la XIX Dinastía, Ramsés I (reinó en 1293-1291 a.C.) había
servido durante el reinado de su predecesor como visir y jefe del
ejército. Gobernó sólo dos años y fue sucedido por su hijo Seti
I (reinó en 1291-1279 a.C.); dirigió campañas militares contra
Siria, Palestina, los libios y los hititas. Seti construyó un santuario
en Abidos; al igual que su padre, favoreció la capitalidad del delta,
instalando su centro cerca de Tanis. Le sucedió su hijo Ramsés II
que reinó durante 67 años. Fue responsable de la mayor parte de
las construcciones en Luxor y Karnak, al construir el Ramesseum
(su templo funerario en Tebas), los templos esculpidos en la roca
en Abu Simbel y los santuarios en Abidos y Menfis. Tras las campañas
militares contra los hititas, Ramsés hizo un tratado con ellos y
se casó con una princesa hitita. Su hijo Meneptah (reinó entre 1212-1202 a.C.)
derrotó a los denominados pueblos del mar, los invasores provenientes
del mar Egeo que asolaron el Próximo Oriente en el siglo XIII a.C.,
hechos narrados en un texto esculpido en una estela donde figura
la primera mención escrita conocida del pueblo de Israel. Los posteriores
soberanos tuvieron que hacer frente a los levantamientos constantes
de las poblaciones sometidas por Egipto.
El segundo
soberano de la XX Dinastía, Ramsés III, hizo grabar sus numerosas
victorias militares en las paredes de su complejo funerario en Medinet
Habu, cerca de Tebas. Tras su muerte, el Imperio Nuevo decayó a
causa del creciente poder de los sacerdotes de Amón y del ejército.
Tercer Periodo Intermedio
El Tercer Periodo
Intermedio comprende desde la XXI Dinastía hasta la XXIV. Los faraones
que gobernaron desde Tanis, en el norte, rivalizaron con los sumos
sacerdotes de Tebas, con los que parecían estar relacionados. Los
soberanos de la XXI Dinastía puede que hayan tenido antepasados
libios, porque fueron jefes libios quienes dieron origen a la XXII
Dinastía. Cuando los gobernadores libios entraron en un periodo
de decadencia, varios rivales se alzaron en armas para conquistar
el poder. De hecho, las XXIII y XXIV Dinastías reinaron al mismo
tiempo que la XXII, al igual que la XXV (cusita), la cual controló
de forma efectiva la mayor parte de Egipto cuando aún gobernaban
la XX y XXIV Dinastías, al final de su mandato.
Baja Época
Los faraones
incluidos desde la XXV hasta la XXXI Dinastías gobernaron Egipto
durante lo que se conoce como Baja Época. Los cusitas gobernaron
desde el 767 a.C. hasta que fueron derrotados por los asirios
en el 671 a.C. Se restablecieron los soberanos egipcios a comienzos
de la XXVI Dinastía por Psamético I. El resurgir de nuevos logros
culturales, reminiscencia de épocas anteriores, alcanzó su plenitud
con la XXVI Dinastía. Cuando el último faraón egipcio fue derrotado
por Cambises II en el 525 a.C., el país cayó bajo dominio persa
durante la XXVII Dinastía. Egipto reafirmó su independencia con
las XXVIII y XXIX Dinastías, pero la XXX Dinastía fue la última
de soberanos egipcios. La XXXI Dinastía, que no se menciona en la
cronología de Manetón, representó el periodo de la segunda dominación
persa.
Periodos helenístico y romano
La ocupación
de Egipto por las tropas de Alejandro Magno en el 332 a.C.
supuso el fin del dominio persa. Alejandro designó al general macedonio
Tolomeo, conocido después como Tolomeo I Sóter, para gobernar el
país. Aunque se nombraron también dos gobernadores egipcios, el
poder estuvo en manos de Tolomeo, quien en pocos años se hizo con
el control absoluto del país.
La dinastía de los Tolomeos
La mayor parte
de este periodo estuvo caracterizada por las rivalidades con otros
generales, que se habían adueñado de las distintas partes del imperio
de Alejandro Magno tras su muerte en el 323 a.C. En el 305 a.C.
asumió el título real y fundó la dinastía de los Tolomeos. El Egipto
Tolemaico fue una de las mayores potencias del mundo helenístico,
y en varias ocasiones extendió su dominio sobre zonas de Siria,
Asia Menor, Chipre, Libia, Fenicia y otros territorios.
Debido en parte
a que los gobernantes egipcios desempeñaron un papel reducido en
los asuntos de Estado durante el periodo de los Tolomeos, con frecuencia
estallaron revueltas como manifestación del desacuerdo de la población,
que fueron rápidamente aplastadas. En el reinado de Tolomeo VI Filométor,
Egipto se convirtió en un protectorado dependiente de Antíoco IV
de Siria, que invadió con éxito el país en el 169 a.C. Los
romanos forzaron a Antíoco a entregarles el país, el cual quedó
dividido entre Tolomeo VI Filométor y su hermano menor, Tolomeo
VII, que obtuvo el control completo del país a la muerte de su hermano
en el 145 a.C.
Los siguientes
representantes de la dinastía preservaron la riqueza y la situación
de Egipto, pero perdiendo continuamente territorio a favor de Roma.
Cleopatra VII fue la última gran soberana de la dinastía de los
Tolomeos. En un intento para mantener el poder de Egipto se alió
con Cayo Julio César y, más tarde, con Marco Antonio, pero estas
acciones sólo aplazaron el final del poder egipcio. Después de que
sus tropas fueran derrotadas por las legiones romanas mandadas por
Octavio (después emperador Cayo Julio César Octavio Augusto), Cleopatra
se suicidó (año 30 a.C.). |